Por desgracia, el socialismo no se presentó, en ese siglo ni en el siguiente, como una ruptura con la modernidad, pese a que ésta estaba ligada al capitalismo. Apareció, antes bien, como una variante del pensamiento moderno, al pretender fundarse en el racionalismo heredero de la Ilustración y al reivindicar para sí la ciencia y el progreso. El socialismo de los dos siglos recientes no se apartó tampoco de la visión tecnocrática de la sociedad considerada como un artefacto que construir. La socialdemocracia no logró superar el marco de la sociedad mercantil y de consumo, el «socialismo real» llevó a su extremo una concepción tecnocrática de la sociedad, según la cual le correspondía al partido edificar, conforme a un proyecto racional, el orden social entero, en todas sus partes.