Así pues, ¿qué supone en sus casos más extremos y radicales la idea de que el sacrificio mejorará el futuro? ¿Dónde encuentra sus límites ese principio básico? Para empezar hay que preguntarse: «¿Cuál sería el mayor de todos los sacrificios posibles, el más eficaz, el más gratificante?», y acto seguido: «¿Cómo de bueno puede llegar a ser el mejor futuro posible si se pudiera ejecutar el sacrificio más eficiente posible?».