Alexandra Christo

Los corazones son poder,

como la princesa que soy, mis caprichos son tan buenos como la ley.

Pero una princesa debe tener a su príncipe.

Es una parte clave de mi personalidad: nunca molesto, enojado o abatido. Siempre a cargo de mi propia vida y destino.

—El dolor no siempre duele.

Podría haberla matado, pero no lo hice, porque ella es maravillosa. Una criatura que me ha eludido por tanto tiempo y luego, finalmente, aparece. Pude conocer un rostro del que pocos hombres viven para hablar.

Mi monstruo me encontró y yo voy a encontrarla otra vez.

Bajo el mar, nunca es tan sereno. Siempre hay gritos y colisiones y desgarros. Siempre está el océano, en constante movimiento, evolucionando hacia algo nuevo. Nunca inmóvil y nunca igual. En tierra, en esta nave, todo es demasiado estable.

Aquellas que advierten que a cualquier humano que posea el corazón de una sirena le será concedida inmunidad para nuestra canción.

Aunque es extraño ver a un ser humano deliberar sobre mi destino, no es tan extraño esperar que lo decida alguien que no sea yo.

—Ve —le digo.

Los ojos de Elian se endurecen. Se oscurecen. El verde desaparece bajo un remolino de rabia.

—Ser una mártir no va contigo —dice.

—Sólo vete —siseo.

—No voy a dejarte aquí