Una bacteria pone en jaque mate a nuestro cuerpo y, por supuesto, a nuestro pomposo ego. No bastaba una foto, quería más. No quería olvidar, porque, como decía el médico indio Kausik, «la tragedia está en olvidar el dolor» y volver a ser el de antes, como si la experiencia no hubiera tenido ninguna capacidad transformadora. Eso me aterraba, me sigue aterrando, porque tan dormidos estamos, tan atro-fiados psíquicamente, tan acartonados y cosificados, que nada termina de despertarnos, ni el más impactante «choque adicional», ni el más furioso de los zarandeos. Despertamos un segundo y volvemos a dormirnos.