Almustafá, el bien amado, el elegido, luz de su día, abrazo de su noche, espero doce años en Orfalese que regresara el barco que lo regresara a su isla, y esto sucedió en el mes de las cosechas, lo que llenó de alegría su corazón, que pronto se entristeció porque pensó: En esta ciudad pasé muchos días de dolor y largas noches de soledad, ¿y quién puede dejar sin pena su dolor y su soledad? Mucho de mí quedó en estas calles, no dejo una túnica sino mi propia piel, no dejo mi hambre y mi sed sino mi propio corazón…
Almustafá preguntó: ¿Cómo puedo hablarles de lo que vibra en vuestras almas? Y Almitra respondió: Hablanos del amor, entonces Almustafá dijo: ¡Cuando el amor los llame síganlo! Aunque sus caminos sean duros, dolorosos, y cuando los envuelva con sus alas entréguense a él, aunque la espada escondida entre sus plumas, los hiera. Cuando el amor les hable escúchenlo, crean en él aunque su voz altere vuestros sueños, como el viento del norte altera los jardines, porque el amor regala como crucifica, porque los empobrece como los enriquece, porque los eleva a las ramas más florecidas como los baja a las raíces más profundas y tristes…