Desde la cuna a la tumba el mamífero hipócrita succiona, se alimenta, muerde. El amor muerde, Luis Suárez muerde, con la rabia contenida mastica defensores el uruguayo, muerde bien, sin mirar a quien, es un experto.
Se muerde por instinto, por placer.
Drácula clava sus colmillos, por necesidad.
Muerde porque sí. Muerde porque no.
La eternidad no sabe de vacilaciones.
El frío muerde y lastima, mata cuando logra colarse en las casillas de cartón, cuando sorprende en los umbrales a viejos y mendigos.
Un caníbal muerde pero sólo por el gusto de mascar algo dulce.
El hambre muerde la ausencia de manjares.
Es la peor desgracia para un chef.
Los lobos, los perros que no ladran, ella.
El amor muerde, los bichos en las noches del Delta, los recuerdos, las deudas, los abismos y el mar, ¿Por qué no habría de morder el amor?
Prefiere las nalgas al corazón, los besos a los gritos, se come el miedo, las dudas, la distancia a tarascones calientes y decididos. Parece inofensivo, se acerca con sigilo. De pronto te muerde y listo.