¡Él no sabía nada! ¡Por qué había de saber nada!
¡Quién le obligaba a saber nada!
Pero un sacudimiento profundo de la dignidad herida le estremeció.
Y con el último esfuerzo de que era capaz, escribió rápidamente las pensadas líneas:
«Lo sé todo y me voy… No te pido más que un poco de misterio pava tu falta, por respeto a mi nombre. Mensualmente recibirás del Crédit-Lyonnais una suma que te permita vivir condecoro. Adiós para siempre».