Así que estás esperando, incluso aunque no lo sepas, esperando a que llegue el momento en que caigas en la cuenta de que eres diferente de ellos; de que hay gente ahí fuera, como Madame, que no te odia ni te desea ningún mal, pero que se estremece ante el mero pensamiento de tu persona -cómo te han traído a este mundo y por qué-, y que sienten miedo ante la idea de que tu mano pueda rozar la suya.