Sentí que el destino me colocaba en un momento decisivo. ¡Diez años!… ¿Pero habían pasado? ¡No, no, Inés mía! Y como entonces, al ver su cuerpo todo amor, sacudido por los sollozos, murmuré: —¡Inés! Y como diez años antes, los sollozos redoblaron, y como entonces me respondió bajo sus brazos: