Es exquisito el placer de visitar recuerdos de la niñez, antes de que la desdicha empañara mi mente y trastocara mis aspiraciones de ser enormemente útil en sombrías y estrechas reflexiones sobre mí mismo. Además, al reconstruir el panorama de mis años mozos, también registro los sucesos que condujeron, sin que me diera cuenta, a la historia de mi desdicha. Cada vez que quiero justificar ante mí el nacimiento de esa pasión que luego regiría mi destino, la siento brotar, como un río en la montaña, de fuentes innobles y casi olvidadas. Pero, habiéndose hecho caudalosa al avanzar, se transformó en el torrente que, por supuesto, ha arrasado con mis esperanzas y alegrías.