Azafran Hernándezhas quoted5 years ago
En la búsqueda de amigos desaparecidos regresé a Berlín en 1946. Visité esa casa. Ya en la escalera me asaltaron con un aluvión de anécdotas vividas. No sólo eran hombres quienes me las transmitían, sino también mujeres y chicas jóvenes, con unas ganas tan desaforadas de contarlo todo que yo habría reaccionado exactamente igual que el amigo que regresa a casa, mencionado hacia el final del libro, si no hubiera tenido yo mismo ocasiones más que suficientes para presenciar y conocer en otros escenarios la fuerza liberadora de la confesión.
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