A menudo se nos ha llamado brujas en un sentido despectivo, pero creo que no existe un mejor halago que ese: estar conectadas con nuestro cuerpo, ser cíclicas, ser errantes, saber conjurar las palabras.
Un replanteamiento sobre los derechos reproductivos de la mujer desde el punto de vista de cuatro protagonistas y su relación con el cuerpo. Una mujer que es madre, otra que no puede serlo, una adolescente que no sabrá serlo y una «bruja» que amalgama todas las historias.
El único cuento infantil que tiene Ferrante es tan enigmático como su figura literaria. Si leíste La hija oscura, recordarás una muñeca que se pierde, pues esta es la historia desde la perspectiva de la muñeca. Tan inquietante como la novela misma.
Un libro que comienza con una coma y que termina con dos puntos. ¿Qué es eso sino un conjuro? Un planteamiento del lenguaje que nos lleva a sumergirnos en los bordes del placer y del cuerpo, en el entendimiento de cómo el hecho de que dos personas se encuentren implica una colisión y no un simple abrazo.
El primer territorio que cartografiamos es nuestro cuerpo y eso Olga Tokarczuk lo sabe muy bien. A través de los fragmentos que conforman esta novela hacemos un viaje a lo profundo, a lo interior y a lo exterior, para constatar que vivir es un tránsito constante.
Siempre que vivo un año de cambios pienso que tiene dentro de sí pensamiento mágico, justo como el título de este libro de la increíble Joan Didion. Ese año para ella significó entender el significado de un duelo por partida doble y toda la magia, la desazón y el simbolismo que trajo consigo.
«Lo minúsculo siempre resiste», dice Isabel Zapata en un verso y me parece que esa es la descripción de este poemario, que de tan pequeño se convierte en algo enorme, en una isla, en una ballena, en un pedazo de geografía que nos enseña a perdernos.
Sylvia Plath es una de esas voces que es imposible olvidar. Sus poemas son poderosos y a veces duelen al mismo tiempo que sanan; sin embargo, The Bell Jar es una novela que abraza, pero que también nos recuerda lo vulnerables que nos vuelven los sueños durante la juventud.
Cuando estudié a Inés Arredondo encontré en ella una voz muy particular, libre y salvaje, a diferencia de todo lo demás que se estaba haciendo a mediados del siglo XX en México. Utilizar el cuento como punto de referencia narrativo permite que su obra sea cercana, pero que detone en los lectores algo parecido al vértigo.
Las palabras de Conjunto vacío experimentan con el arte y el lenguaje, pero también con su historia personal de una manera nostálgica y profunda. Definitivamente Verónica Gerber es una de las voces más interesantes del panorama literario actual.
Mariana Enríquez tiene la dosis perfecta de terror e incomodidad. Todo está contenido en cuentos breves, en cada palabra habita un por qué. En ella he descubierto que los miedos son muy personales y distintos entre cada lector.