La anciana Katharina Kepler, madre de uno de los más célebres astrónomos de todos los tiempos, Johannes Kepler, es acusada de brujería por vecinos envidiosos. Se la culpa de envenenar, lesionar y matar animales y personas. Aunque «ni siquiera puedo ganar al backgammon», le dice ella a su vecino y tutor legal en un relato oral que recorre las peripecias de su juicio y, con ellas, el universo a menudo delirante pero también atroz de las cazas de brujas en la Europa moderna.
Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja es ese relato, al que se suman las voces de aquel vecino, del hijo astrónomo, y los testimonios de testigos y acusadores, en una obra polifónica que se arma, capa tras capa, a partir de rumores, chismes, noticias falsas, sobre aquello escuchado y deformado en el mercado, en las calles del pueblo, en los panfletos y las panaderías, como un runrún que, al crecer en intensidad, se vuelve también más eficaz en confundir los hechos y ocultar la verdad. Pero si este libro es sobre cómo se transmiten ciertas cosas, en primer lugar la información, lo es también en un sentido más íntimo, al presentar los vínculos afectivos como formas de pasar ciertas herencias y saberes con los que plantarse ante los huracanes pasajeros de la mentira y la calumnia.
Traducida al español por primera vez en esta edición, Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja es entretenida como una novela de aventuras, de un humor sutil y una soltura literaria deslumbrante.