Puede que el género de la no-ficción, si lo desprendemos al menos de su sentido anglosajón, se caracterice por no ser un género para empezar, sino una manera de escribir. Lo que empezó como un librito introductorio al yoga, lejos de la ignorancia eurocéntrica o de los discursos afines a la superación personal, se convierte en un relato compuesto de breves fragmentos sobre cómo meditar borracho, la desesperación de no poder huir de la melancolía, la pérdida de los amigos y rupturas amorosas al mejor estilo de Carrère, quien cada vez que publica algo parece fundar, eso sí, un género para cada uno de sus libros.