“La muerte de un ser querido es como cuando se va la luz: al principio deambulas por toda la casa apretando los apagadores. Sabes que no hay luz, pero es como si te negaras a creerlo. La costumbre de pensar que ahí está la electricidad, como siempre, es más fuerte. Cada vez que aprietas el apagador tienes que recordar que se fue la luz. Solo con el tiempo, y a fuerza de repetírtelo, te acostumbras a su ausencia. Y dejas de insistir. Entonces enciendes una vela y te sientas en medio de las sombras”.