Cuando Horacio iba envejeciendo y reflexionaba sobre su vida, llegó a la conclusión de que había sido irreprochable porque había sido querido por sus amigos: carus amicis. El corazón de este libro es la amistad, el único sentimiento generoso, y el único verificable. Un hombre bajo el hechizo de la desgracia: a ese hechizo hoy día lo llamamos depresión nerviosa. Lo que los amigos intentan es deshechizar ese hechizo mediante el lenguaje. "¿Quién siente que su vida está viva", decía Ennio, «si no dispone del oído de un amigo con quien compartirla?». La amistad es el único sentimiento humano cuyo cuerpo es la lengua pura. Es ese oído siempre dispuesto para la confesión que se ignora a sí misma y que vaga, la ocasión para vaciar el peso del corazón, el tablón que se le ofrece al recuerdo para que no se hunda. La amistad es el único vínculo entre los hombres donde se disuelve lo inconfesable, donde el desvalimiento recibe amparo, donde el corazón, abrumado por angustias y pesares, se transforma no en lágrimas, no en insomnios, no en muerte voluntaria, sino en breves frases que se dicen y se intercambian, tan poco calculadas que son casi involuntarias, cuando ni siquiera es preciso decirlo todo.