Los códices mesoamericanos se crearon en el Centro de México desde la época prehispánica. Estos documentos, mal llamados códices, aseguran los autores, fueron uno de los soportes que permitieron la transmisión y preservación de la cultura y la cosmovisión mesoamericanas durante siglos. Recalcan que, a la llegada de los españoles, su producción no desapareció, sino que se trató de adaptar a las novedades. Por ello, la mayor parte de los códices que se conservan corresponde a la época colonial.
Destacan que estos manuscritos pintados constituyen una de las mejores fuentes para el estudio de la historia prehispánica y buena parte de la colonial. Consideran también que este hecho resulta más importante si se toma en cuenta que muchas de las crónicas y obras escritas durante el siglo XVI y comienzos del XVIII también recurrieron a ellos para su elaboración. Tal es el caso de los trabajos de fray Bernardino de Sahagún, fray Diego Durán o Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, entre otros.
Subrayan que los códices mesoamericanos son repositorios de información con una gran riqueza, que permiten distintos acercamientos, así como una perspectiva metodológica multidisciplinar tal y como el lector especializado se podrá percatar en libro que nos ocupa: Los códices mesoamericanos. Registros de religión, política y sociedad, el cual reúne investigaciones de especialistas consolidados y de quienes están iniciando su carrera, pero con aportes de nuevas miradas a la investigación.