La filosofía nace en el momento en que algunos seres humanos se percatan de que ya no pueden sentirse parte de un pueblo, que un pueblo como aquel al cual los poetas creían poder dirigirse no existe o se ha convertido en algo ajeno u hostil. La filosofía es ante todo ese exilio de un ser humano entre los seres humanos, ese ser extranjero en la ciudad donde al filósofo le es dado vivir y en la cual, no obstante, continúa residiendo, apostrofando obstinadamente a un pueblo ausente. La figura de Sócrates da expresión a esta paradoja de la condición filosófica: se ha vuelto tan ajeno a su pueblo que este lo condena a muerte; pero, al aceptar la condena, adhiere nuevamente a su pueblo, como aquel a quien el pueblo ha expulsado irrevocablemente de sí.