: Son las joyas de la corona rusa, ¿verdad?
—¡Ah, es eso! —exclamó Dimitri con voz de alivio, aunque también sonrió con amargura—. No te preocupes, los bolcheviques nos robaron tantas cosas que nuestra pérdida no dependerá de este collar. Además, pertenecían a la zarina. Amaba estas perlas y sería terrible que acabaran en el cuello de la amante de un comisario comunista o en manos de un prestamista despreciable. Mi abuela era una mujer especial y… —hizo una breve pausa y luego, con voz suave, prosiguió—: Por eso sus perlas tienen que pertenecer de nuevo a una mujer especial.