El volumen del tiempo I

¿Y cuándo despertaré? Despiértame.

No va a entrar para encontrarse con los 151 días que ha olvidado.

Cuando él está sentado en el salón, nos encontramos a la máxima distancia, y a veces siento el repentino impulso de salvarla: me dan ganas de levantarme, abrir la puerta y echarlo todo a perder, de romper nuestro ritmo. Pero sé que, si me presento allí, la distancia aumentará todavía más, por eso no entro.

Solo es el tiempo lo que se ha quebrado. Estamos juntos.

Para entonces ya había desaparecido la diversión, y lo único que nos quedaba eran las investigaciones sin rumbo que llenaban nuestra jornada. Se trataba de intentos fallidos de penetrar el misterio del tiempo, de multitud de preguntas que una y otra vez teníamos que renunciar a contestar; por lo general abandonábamos nuestras explicaciones

Thomas se hallaba prisionero en la eternidad, mientras que yo me dirigía, lenta pero segura, hacia mi tumba.

Leímos acerca de percepciones del tiempo paratácticas y cronometría variable, encontramos descripciones de fracturas temporales y recurrencias cronotóxicas. Examinamos teorías sobre universos paralelos, mundos múltiples y estructuras temporales relativas.

Pero ¿qué entender por diferencia? ¿Es un sonido? ¿Un olor? ¿Se trata de un color o de una forma? ¿Es verde o azul? ¿Cuán pequeña es mi diferencia? ¿Se trata de un suceso, de un acto? ¿Ocurre de repente algo inesperado? ¿Algo que salta a la vista o que resulta extraño? ¿Es de lo más cotidiano y totalmente corriente? ¿O algo que jamás sucede? ¿Se refiere a algo que falta? ¿Una desaparición?

¿Los monstruos llaman o sencillamente irrumpen de golpe? Como si fuera menos aterrador recibir la visita de un monstruo educado.

A veces, cuando estoy fuera de casa, lanzo una mirada al escaparate de alguna tienda para asegurarme de que sigo pareciendo un ser humano,