Actualmente estamos viviendo un momento atávico. El desarrollo de los acontecimientos presentes, no son una novedad para el reino de España. La declaración de independencia proclamada en 2017, significa el cuarto desafío de los políticos catalanes a sus conterráneos. La última felonía —debiera decir, penúltima—, tan solo se diferencia de las anteriores en el paso de los años y el lógico avance social, ni tan siquiera los argumentos cambian. El resto de los acontecimientos a pesar de los siglos, es una calca de la primera defección llevada a cabo en el siglo XVII.En el presente monotemático, el leedor encontrará por primera vez unidos en un solo volumen, la narración de los cuatro desafíos proclamados por políticos catalanes unilateralmente, reuniendo los conocimientos necesarios para valorar de qué lado está la razón y sus motivos. Han existido a lo largo de la ya longeva vida en común, muchos más, pero no llegaron a promulgarse, pudiendo ser atajados por los intervinientes de la época.El problema de Cataluña, no son sus ciudadanos autóctonos, el catalán es afable, empatiza fácilmente, comparte y presta favor, es amante de sus tradiciones y gusta de sus usos. El inconveniente siempre, deviene de los políticos catalanes, éstos se autoerigen como adalides y custodios del verdadero origen de la ineluctable realidad conterránea que asiste a Cataluña con el resto del territorio del reino de España, cuya andadura se sitúa en el siglo XII, por medio de la interesada unión, entre una princesa y un conde.Eso es así y el inconveniente nace en el momento que los dirigentes catalanes toman el control de la educación y comienza el adoctrinamiento en las aulas. Esa y no otra es la semilla que nos obliga a repetir cada momento que el egregio titular del trono o su valido, son condescendientes con el territorio del que el primero, es Conde y comienzan a ceder poder decisorio sobre una parte de su autogobierno, abriéndose el melón del victimismo secesionista. Hay que recordar a; Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana y Borrás, cuando escribió: «Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo». Es la memoria histórica que el pueblo español y sus políticos deben perpetuar como punta de lanza de la paz y concordia entre sus territorios.