—Bueno, espero que resulte bueno —dijo la señora Rachel, con un tono que indicaba claramente sus dudas—. Pero no diga que no la previne si quema
«Tejas Verdes» o echa estricnina en el pozo; supe de un caso en Nueva Brunswick, donde uno del orfanato hizo eso, y toda la familia murió presa de horribles sufrimientos. Sólo que en ese caso era una niña.
—Bueno, no tendremos una niña —dijo Marilla, como si el envenenar los pozos fuera una tarea femenina y no hubiera nada que temer a ese respecto en el caso de un muchacho—.