Pues bien, las drogas van, paso a paso, “comiéndose”, en primer lugar, la espiritualidad y convirtiendo a la persona en un ser sumamente egoísta; después “se comen” la patica cultural, afectando los intereses, hasta el punto de que la única motivación en la vida llega a ser la droga; en el paso siguiente “se comen” la patica social, al afectar notablemente la imagen ante los demás; más adelante “se comen” la patica psicológica, al determinar notable inseguridad, vergüenza, culpa, complejos y depresión; y cuando empiezan a “comerse” la patica corporal —que implica la afectación de órganos vitales, como el corazón, cerebro, hígado, los pulmones y órganos sexuales— el puerquito, antes de morir, no puede hacer otra cosa que revolcarse en el estiércol.