«Sin duda habrá alegría sobre la tierra cuando ese vampiro mentiroso e hipócrita que todos llaman civilización termine de morir. Dejaremos el manto real, el cetro, los diamantes, el palacio que se derrumba, la ciudad que cae, para volver a juntarnos con la yegua y la loba. Tras haber pasado su vida en los palacios, gastado sus pies sobre las baldosas de las grandes ciudades, el hombre irá a morir a los bosques.»
En 1838, a los diecisiete años, Flaubert termina la redacción de este relato autobiográfico, que es tal vez la víspera de su consagración a la religión de la literatura. En estos recuerdos de un joven, que funden episodios reales y ensoñaciones, su primer amor, la incomprensión de sus pares, la inadaptación al mundo que lo rodea, puede vislumbrarse al gran escritor que será Flaubert en su edad madura.