En 1844, el senador de Pensilvania y futuro presidente James Buchanan hablaba groseramente de la «imbécil e indolente raza mexicana», e insistía en que ningún anglosajón debía verse jamás sometido a la férula política de un inferior. Su colega de Nuevo Hampshire y exsecretario del Tesoro Levi Woodbury elevaría la revolución de Texas a la categoría de guerra de liberación: «La sangre sajona ha sufrido una afrenta y ha quedado esclavizada a los moros, los indios y los mestizos».