Puede decirse sin temor que Historia del ojo es la obra maestra de la literatura erótica. En ella confluyen, por un lado, la mejor prosa en clave surrealista de este gran novelista, ensayista y poeta francés y, por otro, la esencia de su obsesiva preocupación por el sexo, la muerte y la fe —su fe— que configura, en realidad, gran parte de su obra. Partiendo de un proceso creativo muy querido de los surrealistas, relaciona, en una trama anecdótica, de hecho, muy simple, las imágenes que de un modo inconsciente y automático evocan el ojo, el huevo, el sol, los genitales del toro, con toda su carga de connotaciones atávicas, y nos las «revela» en su contenido erótico más revulsivo. El personaje de la joven Simone, que transgrede en todos sus actos cualquier norma de comportamiento sexual admitido, moral y conscientemente, es la encarnación, por una parte, del Deseo inconsciente y, por otra, del Pecado, de lo Prohibido y por ende del Placer, que a su vez, por ser fruto del mal, no es más que portador del máximo castigo: la muerte. Así pues, el goce en su plenitud sabe siempre a muerte…