Una vez cerrada la puerta, Simone hizo que yo la penetrara largo rato, con el culo en el lodo, frente a la puerta, cuando lloviznaba, mientras Sir Edmond se masturbaba.
Se me escapó hipando, se cogió el culo con ambas manos, golpeando con la cabeza contra el suelo, boca arriba; estuvo así unos segundos sin respirar, y con las manos se abría con fuerza el sexo, encajándose las uñas; se desgarró de golpe y se desencadenó por tierra como un ave degollada, hiriéndose con un ruido terrible contra los herrajes de la puerta. Sir Edmond le ofreció su muñeca para que se la mordiera y poder calmar el espasmo que seguía sacudiéndola;