La escritura de Flor Defelippe es –por su maestría, su intensidad, su rabia, su sabiduría— una de las más hermosas que conozco. Su voz resplandece con la fulguración de lo que inexorablemente va a trascender su propio tiempo, va a iluminar a muchos, a muchas, porque quizás sea la falla en el fuego lo que quema, la llama que sabe que no va a durar y aun así resiste y no -como a veces solemos pensar— la llama plena, soberbia, que arde como si no fuera a terminar, como si no estuviera apagándose desde el mismo momento en que fue encendida.
Claudia Masin