l arte de escalar montañas
—Maestro, esta montaña es muy alta, nunca podré treparla.
—La montaña entera está en una sola de sus rocas. Si dominas esa roca puedes escalar la montaña, por alta que sea. Si eres capaz de llegar a la perfección en los detalles, realizarás la gran obra. Acaricia la piedra como si fuera humana, siéntela, toma en cuenta cada milímetro, dale tu completa atención. ¡Ahí donde crees que no hay amor, pon amor y obtendrás amor!
—Maestro, no logro hundir un clavo en esta roca tan dura, ¿qué puedo hacer?
—La roca es tu espejo: así como la trates, ella te tratará a ti. En su dureza busca su blandura. Deja que la piedra se abra al clavo como una flor al rocío.
—Maestro, trepo muy lento.
—Cada escalón que talles, te dará derecho a obtener otro. Si lo cavas mal, te deslizarás. Olvida la cima y perfecciona ese peldaño. En un paso te juegas el triunfo.
—¡Maestro, trabajé mal, he resbalado, cuelgo de una cuerda!
—¡No busques apoyo solo en las rocas! ¡Pon un pie en mi cara! ¡No me respetes: úsame! ¡Mi cabeza es un punto de apoyo, no te quedes pegado a mí, sigue hacia la cima!
—¡Maestro, por este camino más fácil logré avanzar!
—¡Ese camino es más fácil, pero no lleva a la cumbre!