Muchos creen que si son ricos no podrán ir al cielo. Otros, en cambio, creen que ganando dinero, y generando riqueza glorifican a Dios. Como ves, el mundo es una locura, es demente. Tú eres la expresión de esta locura y piensas que eliminándome a mí terminará el problema. Así es como piensa el mundo, sin saber que esta forma de pensar hace girar la noria eternamente. Si eliminas una polaridad, la otra desaparece. Lo que se ha dado en llamar la eterna lucha entre el bien y el mal acabará cuando se unan los opuestos, cuando se equilibren, cuando pierdan el sobrenombre de buenos y malos.
»En una inscripción cincelada en el templo de Delfos se puede leer: «Nada en exceso». Es una inscripción relacionada con lo que te estoy explicando. Esta máxima contempla la gran tensión entre los opuestos, y solo puede ser gobernada por aquellos que conocen muy a fondo su lujuria, su orgullo, su ira, su codicia; en definitiva, todos sus supuestos vicios. Solo aquel que ha comprendido y aceptado sus propios límites puede tomar la decisión de ordenar y humanizar sus acciones.
»Como ves, yo no soy ese, pero tú me estás dando la oportunidad de equilibrarme y enmendarme. Estoy aprovechando la oportunidad de trascender mi polaridad, y lo hago explicando a alguien que está en la otra polaridad la forma de salir de ella y de estar en equilibrio, tal como reza la inscripción que he mencionado.
»Voy a darte otro ejemplo, que para mí es clarísimo, de lo que expongo: la obsesión por la salud, las dietas, los medicamentos, la longevidad a cualquier precio, dan testimonio del miedo permanente a la muerte.
»Hombres como yo estamos aquí para equilibrar esta energía y vendemos lo que haga falta. Al final de los tiempos, la humanidad entenderá que ha encontrado al enemigo y dirá: «Somos nosotros mismos».
Se hace un largo silencio. El magnate parece cansado, pero, por primera vez, su rostro refleja paz. Ambos personajes se miran, ambos esperan una señal para saber qué hacer. Por fin el magnate —nuestro héroe— dice:
—Gracias por estar aquí, eres el exceso de mi exceso. Para liberarte, tienes que liberarme. No te lo pienses más: dispara y me harás un hombre libre, me liberarás de mis cadenas. Yo ya he cumplido mi cometido, he sustentado la polaridad de la riqueza para que otros pudieran vivir su pobreza, y además he transmitido el secreto. No alargues más mi agonía. ¡¡Dispara!!