No hay burlas con el amor es una de las más divertidas y poéticas comedias de capa y espada de Calderón, en la que dos enemigos del amor —un caballero comodón y grosero, y una dama pedante y cultiparlera— pagan su defecto enamorándose recíprocamente y sufren toda una serie de enredos que culminan felizmente, renunciando don Alonso a sus zafiedades y doña Beatriz a sus discursos ridículos, entregados al amor, fuerza indominable que no admite burlas. El proceso educativo se manifiesta en la evolución de los registros lingüísticos y poéticos desde la vulgaridad o el culteranismo grotesco hasta el lirismo patético, siempre dentro de un universo lúdico de admirable teatralidad. La comedia es una muestra de la extensión de los agentes cómicos a los personajes nobles, pero, aunque bordea la caricatura de figurón, rescata a los dos protagonistas a través de sus respectivos arrepentimientos provocados por el amor que surge inevitablemente entre ambos. El ritmo dramático, los contrastes con el gracioso Moscatel —que pretende, a diferencia de su amo don Alonso, estar enamorado con noble pasión—, el conflicto entre doña Beatriz y su hermana… construyen un juego combinatorio de inigualable precisión y eficacia cómica, característico del mejor Calderón.