Pino Suárez mandó decir a García Peña, Ministro de la Guerra, lo que sabía, y éste, recibiendo la noticia con cierto desdén, observó: “Si no se tiene confianza en el ejército ni fe en los hombres, no se puede gobernar”. A poco, avisado de lo que se decía, Victoriano Huerta acudió a presencia de Pino Suárez y le protestó lealtad, con mil razones y en todos los términos imaginables.