Disparé, ella cayó, y se produjo un silencio indescriptible, un lapso infinito, y todos retrocedimos un paso, contemplando cómo la bola daba vueltas y vueltas, saltando, vacilando, relampagueando un instante y siguiendo su marcha, cara o cruz, rojo o negro, pares o nones. Creo que ese momento terminó. De veras lo creo. No obstante a veces, en la oscuridad, pienso que ese espantoso momento fortuito y casual todavía dura, que la rueda aún gira, y que todo lo demás ha sido un sueño.