La pareja es un cuerpo vivo donde dos identidades diferentes experimentan una profunda intimidad. Ser uno mismo y al mismo tiempo ser “nosotros” requiere flexibilidad y capacidad de adaptación; el riesgo es que la relación deje de responder a las necesidades vitales de uno o de otro, e incluso se produzcan situaciones graves de incomprensión y cansancio.
Una crisis importante marca el fin de una forma de relación; para encontrar una nueva plenitud hay que reconstruir la relación sobre nuevas bases. Debemos aprender a pensar en términos de un “segundo matrimonio” con la misma persona, a la que volver a dar amor y confianza, tratando de comprender qué es lo que nos une de forma tan única, incluso con las limitaciones y defectos que nos hacen sufrir. El resultado es una relación más sólida y renovada, que representa una alianza verdadera y definitiva.