Ante los ojos del lector, una plaza de una gran ciudad sin nombre cobra vida con su tranvía circulando alrededor. En este escenario minimalista se desarrolla una historia que circula alrededor de las pasiones y los temores de los residentes locales. Todo su mundo está controlado por el invisible personal interesado únicamente en maximizar sus beneficios, y cuyo enfoque omnipresente, destructivo e improvisado, expresión de su arrogancia, infecta a los residentes y envenena sus emociones. El desdén pone en movimiento un mecanismo de violencia y exclusión cuando la plaza se llena de una multitud de refugiados que llegan con el tranvía, repentinamente despojados de sus hogares.
La visión de los demás como un todo, sin singularidad y desprovistos de cualquier emoción o empatía hace posible que los ciudadanos vean a los refugiados como un conjunto de problemas y molestias que hay que resolver sin objetivar sus posibles carencias y dificultades. Tulli realiza un ejercicio magistral de escritura en lo que se refiere a la definición de la subjetividad de la persona y de cómo ésta se enfrenta a los conflictos sociales. En su literatura se pueden percibir influencias de José Saramago, Antonio Tabucchi o Paul Auster.