la transgresión de Wilms Montt, ya lo vemos, va por otras sendas. Porque la escritora sabe que infringe también las normas sexistas de su entorno, aunque sus concepciones sean espontáneas, muchas veces contradictorias, y carezcan de mayores elaboraciones teóricas. Escúchenla: “Mi opinión sobre las mujeres es tristísima y muchas veces me avergüenzo de ser mujer... Sin ser malas lo aparentan, son débiles, orgullosas, profundamente estúpidas y vanas. ¡Son animales de costumbre!”. Y a continuación: “Las mujeres somos vehementes, y por eso inconstantes”. Luego, entre la rebeldía y la sumisión internalizada, la autora con esa que sueña con ser actriz. Y escribe: “Lástima que en nuestro país sean tan mal miradas las mujeres que siguen la carrera teatral, pero como yo no tengo prejuicios que respetar y honras y nombre que guardar, espero aprovechar la libertad en que me deja el divorcio, y con permiso de mi amante dedicarme por completo a mi arte”.