En realidad, muchos de los complicados debates sobre la dialéctica de lo universal y lo particular o de la modernidad y la tradición, podrían haberse reducido considerablemente o incluso haber sido inútiles si hubiésemos tenido en cuenta en su justo valor la exacta fórmula del escritor portugués Miguel Torga: “lo universal es lo local sin los muros7”. Este enunciado significa que una comunidad humana progresa y se civiliza no cuando destruye o abandona su identidad (por ejemplo, su lengua o su acento), sino, por el contrario, cuando logra abrirse a otros grupos, es decir, cuando en las relaciones que mantiene con ellos, reemplaza el desprecio y la violencia iniciales por distintas variantes de intercambio simbólico.