Tras el fallecimiento del Coronel Campbell, el viejo Conde de Narbrooke, acogió en su casa a la viuda y a su hija Devona. En la Mansión Brooke ambas eran tratadas como sirvientas, aunque no recibían ningún pago por su trabajo, y en uno de esos inviernos muy fríos, en que el avaro Conde no encendía la calefacción, la señora Campbell se murió de neumonía. Un año más tarde, la siguió el miserable Conde y este estaba dispuesto a irse a la tumba con todo su dinero y seria enterrado con él, pero Devona destruyo el testamento— A la llegada del nuevo Conde, la muchacha, se presentaría como la hijastra del fallecido Conde, por lo que sería la natural heredera, del dinero del Conde fallecido, pero Devona no se importaría de compartirlo con el joven y apuesto Conde de Narbrooke y por sorpresa del destino, su vida iría cambiar para siempre…