hay que aprender a conocerse a uno mismo para saber quién se es. Porque, sorprendentemente, lo que se encuentra detrás de la puerta es una vasta extensión de incertidumbres sin precedentes, sin derecho ni revés, sin parte superior ni inferior, sin ubicación ni pertenencia, ni bien ni mal. Es el mundo del agua, donde toda la vida flota en suspensión; donde comienza el reino del sistema simpático y el alma de todos los seres vivientes; donde soy indivisiblemente esto y aquello al mismo tiempo, donde experimento al otro dentro de mí mismo y el otro fuera de mí me experimenta a mí.