Ahora que me encuentro entre sus fornidos y cálidos brazos, reflexiono sobre algo. No quiero ser adulta. Quiero volver a ser aquella niña pequeña que no tenía que preocuparse por la vida, que no tenía que pagar una universidad, que no tenía que preocuparse por su futuro, que no tenía que crecer. Odio crecer. Odio tener que madurar.