Por primera vez, percibía con claridad la naturaleza material de los sentimientos y las emociones, cuya consistencia notaba físicamente, y su forma, pero también su independencia, su libertad total de acción con respecto a mi conciencia. Esos estados de ánimo encontraban su correspondencia en la naturaleza: gran oleaje, derrumbe de acantilados, abismos, proliferación de algas. Entendía perfectamente la necesidad de las comparaciones y las metáforas con el agua y el fuego. Hasta las más utilizadas, un día las vivió alguien.