En las obras infantiles, sin embargo, la comunicación se produce entre un autor y un lector que no son iguales, porque el lector es un niño al que escribe un adulto, y porque, además, el lector-niño no siempre elige sus lecturas, incluso en las primeras edades no tiene las condiciones necesarias para hacerlo, al ser un lector que no ha terminado la construcción de la personalidad, ni tampoco el proceso lector, y en el que su capacidad connotativa es limitada.