En esta tierra estamos solos, infinitamente solos, desde el momento en que emitimos el primer respiro hasta el momento en que exhalamos el último. Por mucho que podamos amar, por mucho que podamos ser amados, la verdadera compañera de nuestra vida es la soledad. De ello nos damos cuenta ante las grandes pruebas de la vida, pruebas que cada uno de nosotros se ve obligado a afrontar, unos en mayor y otros en menor medida, pero, al fin y al cabo, todos. Es en aquellos momentos en los que desearíamos que alguien tomara con decisión el timón de nuestra vida y nos llevara lejos de la tormenta, a mares calmados y sin viento