Culpa mía

Llorar es para débiles, para aquellos que no saben controlar lo que sienten, o en mi caso para aquellos que han llorado tanto a lo largo de su vida que han decidido no derramar ni una sola lágrima más.

Sus celos eran algo de lo que ya estaba al tanto pero los odiaba y no pensaba quedarme de brazos cruzados viendo como me controlaba.

—Ya habrá tiempo para eso, amor—le dije juntando nuestras frentes, sintiendo su dolor como mío — Te quiero tantísimo, Noah.

—Así sabrán que eres mía—dijo inclinándose y apoderándose de mis labios.

Ese beso sí que era digno de ser recordado y no el del idiota de ese socorrista.

—Y yo a ti, preciosa—dije hundiéndome en ella y disfrutando de cada una de sus apasionadas respuestas—Te quiero con locura—le repetí cogiéndole el rostro y mirándola a los ojos mientras los dos alcanzábamos el placer más magnifico del mundo.

—Baja, o te lo hago aquí mismo—le dije.

—Eh, nena, para...—le dije al sentir su lengua acariciando mi oreja...

—Porque tengo tantas ganas de hacerte el amor ahora mismo que creo que voy a explotar—le contesté deseándola de una manera que me asustaba.

—Y yo, adiós preciosa—me dijo entonces y sin motivo me ruboricé.