Como no cuentan que es muy devoto del Santísimo Sacramento, que es muy sobrio, que habla poco, que tiene gran paciencia, aun cuando le molestan de sobra; que trabaja más que su salud lo permite; que es harto capaz para cualquier negocio; que gusta de la soledad y se santifica en ella; que, poseyéndolo todo, de todo se muestra desasido, hallando paz su espíritu en esta dejación de las cosas perecederas; que ama las artes, especialmente la arquitectura, y no cree que ejercerlas es propio de villanos, como lo piensan muchos señores, tan ignorantes que firman con una cruz y que no saben más que la ciencia del blasón y la de las armas. Como no dicen que es bondadoso y afable con los humildes, si duro y altivo con los grandes, y que, por último, si es cierto que se le ve tan taciturno y apartado, fuerza es pensar que lleva en el corazón profundísima herida: la que le hizo con su muerte su primera mujer, doña María de Portugal, que de Dios haya, de la que enviudó tan temprano, y que fue el único amor de su vida…