Una historia de amor que es eco de la suya propia y que habla de la loca predestinación que une y separa a las parejas sirve al protagonista para intentar conquistar a su amada. La ama más que a sí mismo, lo que puede parecer tremendamente deseable y, no obstante, ser en realidad más peligroso que atractivo. Casi todas las mujeres, subyugadas por el romanticismo literario que respiran desde la infancia, desean un hombre que la ame sobre todas las cosas, pero, como dice el dicho, “ten cuidado con lo que deseas porque puede hacerse realidad”.
Él sólo pide a su amada que le escuche y que le conozca porque “sabe” que si llega al final de la historia que quiere contarle y se desprende de cualquier prejuicio, le amará.
La historia que tiene que contarle, que se entrecruza con sus palabras, sus sentimientos y las vidas de los dos, es la de Isabel y William, una española y un caribeño que se encuentran a través del tiempo y de la distancia porque están predestinados a amarse y estar juntos aunque intenten desencontrarse.
Las dos historias de amor se entreveran hasta fundirse y retratar al amor en sí mismo:
¿Cómo puede luchar el indefenso destino contra la tozudez humana? ¿Cómo puede vencer la frágil pero tenaz felicidad la extraordinaria capacidad para ser desgraciados de dos seres, un hombre y una mujer? (…) Dame una oportunidad. Tú decidirás después si eres capaz de amarme de la misma forma, dolorosa y tierna, como te amo yo. Déjate llevar por mis palabras.