—«No puedo hacer que cada hora sea sagrada. No quiero presentarme ante ti solamente como una cosa astuta y oscura. Quiero mi propia voluntad, y quiero acompañarla en su camino hacia el hecho. —Hizo una larga pausa, tan sólo interrumpida por el sonido de su respiración entrecortada—. Y en esos momentos calmos y a veces dudosos en que algo se acerca, quiero estar con los que conocen secretos, o estar solo. Quiero abrirme. No quiero guardar ningún doblez, porque donde tengo pliegue o doblez, soy mentira».