hay que pagar el mismo precio por ser bueno que por ser malo, que hay que pagar lo que cuesta. Y son los buenos los que no pueden rechazar la cuenta cuando se la presentan. Por la sencilla razón de que les pueden obligar a pagarla. Es como un hombre honrado que juega. Los malos, en cambio, pueden rechazar las cuentas. Porque nadie espera que vayan a pagarla, ni en el acto, ni nunca. Pero los buenos no pueden hacer eso. Es posible que se tarde más tiempo en pagar por ser bueno que por ser malo