La palabra es una entidad soluble. Una sustancia que sufre varios estados. Sólida cuando se escribe sobre una hoja de papel: la tinta cristaliza sus formas, el enunciado sus límites y la puntuación sus intervalos. La conversación, en cambio, es líquida: el diálogo es un manantial que se alimenta de sonido, fluye en tiempo y espacio, de ida y vuelta, desde quién habla