La pandemia de la covid-19 ha significado un momento de reflexión para los procesos de integración de América Latina, los cuales se han visto desbordados por su impacto y consecuencias ante la falta de respuestas multilaterales, colaborativas y consensuadas, al preferir actuar de manera individual con prevalencia de soberanías nacionales sobre una actuación de soberanías compartidas. Con ello se está demostrando que, en lo institucional, se encuentra una de las mayores falencias y debilidades de la integración latinoamericana, a lo que se agrega la falta de liderazgo tan necesario en circunstancias como estas. América Latina no ha actuado de manera colaborativa, a pesar de contar con tantos elementos de identidad compartida, lo cual le resta posibilidades de aprovechar mejor la ayuda internacional. Al comparar con lo adelantado en otros continentes o países, se observa una reacción multilateral de la Unión Europea e incluso mayor coordinación en el continente africano, lo que les permite aprovechar mejor las acciones de cooperación adelantadas, por ejemplo, por China. Aunque hubo al comienzo algún retraso en la reacción de la Unión Europea, finalmente se dio aprobación a un paquete de medidas económicas de gran magnitud que le permitirían a muchos de sus miembros sortear más eficazmente los impactos negativos de la pandemia. En materia de liderazgo, el eje francoalemán y el comportamiento de un Estado federal como Alemania son también fuente de lecciones positivas. En Latinoamérica, solo el proceso centroamericano de integración ha tenido un accionar más grupal y colaborativo, mientras en procesos como el Mercosur es clara la necesidad de introducir profundas reformas que aclaren el rumbo del proceso e incorporen en este y demás procesos de integración elementos indispensables para la pospandemia como el trabajo mancomunado, multilateral y solidario.